Nabucodonosor se indignó mucho contra estas regiones y juró que se vengaría de todas éstas. Luego, en el palacio de Nabucodonosor se tomó la decisión de llevar a cabo la venganza contra estas tierras como lo había prometido. Nabucodonosor llamó a Holofernes, generalísimo de sus ejércitos y le dijo: "reune contigo hombres de valor, marcha contra todas las tierras de occidente porque no se han sometido a mis órdenes. Vé delante y conquista para mí todos sus países"
Cuando los israelitas que habitaban en Judea se enteraron de todo lo que Holofernes habia hecho con aquellas naciones y cómo había saqueado y destruido sus santuarios, se llenaron de miedo ante él y les entró una gran preocupación por Jerusalén y el templo del Señor. Los israelitas acababan de llegar del destierro y Dios oyó su clamor y miró su aflicción.
En aquellos días, Judit se enteró de lo que estaba pasando. Su marido Manasés, de su misma tribu y amilia había muerto durante la siega de la cebada. Estaba vigilando a los que ataban las gavillas en el campo cuando fue presa de una insolación, tuvo que acostarse y murió en Betulia, su ciudad.
Manasés le había dejado todo su oro y plata a Judit la cual era muy bella y nadie podía decir de ella una palabra maliciosa porque tenía gran temor a Dios.
El pueblo, ante la escasez de agua,quiso entregar la ciudad a sus enemigos si Dios no les ayudaba y Judit, para que eso no ocurriera, decidió salir en la noche de la ciudad con su sierva para lograr que el Señor visitara a Israel antes del plazo de entrega de la ciudad. Judit se dirigió a casa de Dios en Jerusalén donde le pidió que se hiciera conocer ante la nación de que él era Yaveh. Cuando Judit terminó su plegaria a Dios, regresó a casa donde se vistió, maquilló y arregló quedando muy hermosa. Judit salió de casa y se presentó ante Holofornes el cual quedó sorprendido por su belleza.
Holofornes era el jefe del ejército enemigo. Holofornes le dijo a Judit que se habia salvado al pasarse a su bando y le preguntó por qué lo hizo. Judit le respondió que ella al saber que su pueblo habían empezado a consumir todo aquello que su Dios le había prometido y que por ello había huido de ellos y quería guiarlo.Agradaron estas palabras a Holofernes y a todos sus servidores, que estaban admirados de su sabiduría y dijeron:"De un cabo al otro del mundo, no hay mujer como ésta, de tanta hermosura en el rostro y tanta sensatez en las palabras. Holofernes le dijo: «Si haces lo que has prometido, tu Dios será mi Dios, vivirás en el palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra. «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!» con todas sus fuerzas, descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza. Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras de las columnas y, saliendo, entregó la cabeza de Holofernes a su sierva, que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos juntas a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el campamento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y se presentaron ante las puertas de la ciudad. Judit gritó desde lejos a los guardias de las puertas:"¡Abran, abran las puertas! Dios, nuestro Dios, está con nosotros para manifestar todavía su fuerza en Israel y su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy".La gente de la ciudad se apresuró a bajar a las puertas, y convocaron a los ancianos de la ciudad,todos acudieron rápidamente, abrieron las puertas para recibirlas, encendieron una hoguera para poder ver y se agolparon alrededor de ellas.Entonces sacó la cabeza de la bolsa y la mostró, diciendo: "Aquí está la cabeza de Holofernes, el general en jefe de los ejércitos asirios, y este es el cortinado bajo el cual estaba tendido completamente ebrio. ¡El Señor lo ha matado por la mano de una mujer!" Todo el pueblo quedó fuera de sí y adoraron a Dios. Ozías dijo a Judit:
"Nunca olvidarán los hombres la confianza que has demostrado y siempre recordarán el poder de Dios."
Judit les dijo: "Escúchenme, hermanos; tomen esta cabeza y cuélguenla sobre las almenas de la muralla. Después, cuando despunte el alba y se levante el sol sobre la tierra, cada uno de ustedes tomará sus armas de combate, y todos los que puedan hacerlo saldrán de la ciudad. Pónganles al frente un jefe como si fueran a descender a la llanura, hasta los puestos de avanzada de los asirios, pero no bajen.Ellos tomarán sus armas e irán al campamento a despertar a los jefes de su ejército. Estos, a su vez, se precipitarán hacia la carpa de Holofernes y, al no encontrarlo, quedarán aterrorizados y huirán delante de ustedes.Ustedes y todos los habitantes del territorio de Israel los perseguirán, exterminándolos en su retirada. Pero antes de ejecutar todo esto, tráiganme a Ajior, el amonita, para que él vea y reconozca al que había despreciado al pueblo de Israel, y lo envió para que muriera entre nosotros".
Llamaron entonces a Ajior y cuando vio la cabeza de Holofernes en la mano de uno de los hombres de la asamblea del pueblo, cayó desvanecido. Judit, en medio del pueblo, le contó a Ajior todo lo que había hecho desde el día de su partida hasta ese momento.Mandó luego que la introdujeran donde tenía su vajilla y ordenó que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su propio vino.Pero Judit le dijo que no debia de comer eso hasta que no lo necesitara y que le llevaran todas sus provisiones que llevó con ella. Holofernes le permitió acabar con sus provisiones y mandó a sus siervos a acompañarla a su tienda. Pero Judit, a media noche envió a decir a Holofornes que le diera permiso para ir a orar.Holofernes ordenó a su escolta que no se lo impidieran. Judit permaneció tres días en el campamento. Cada noche se dirigía hacia el barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el puesto de guardia. A su regreso, suplicaba al Señor, Dios de Israel, que diese buen fin a sus proyectos para exaltación de los hijos de su pueblo.Y, ya purificada, entraba en la tienda y allí permanecía hasta que le traían su comida de la tarde. Al cuarto día, dio Holofernes un banquete para sus oficiales. Holofornes le dijo a Bagoas que intentara persuadir a Judit para que cenara con ellos. Salió Bagoas de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de Judit y le dijo todo lo que Holofornes le dijo y ella aceptó.Judit se levantó y se engalanó con sus vestidos y todos sus ornatos femeninos. Se adelantó su sierva para extender en tierra, frente a Holofernes, los tapices que había recibido de Bagoas para el uso cotidiano, con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre ellos.Entrando luego Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó arrebatado por ella y experimentó un violento deseo de unirse a ella, pues, desde el día que la vio, andaba buscando ocasión de seducirla. Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió vino tan copiosamente como jamás lo había hecho en toda su vida. Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresuraron a retirarse. Bagoas cerró la tienda por el exterior. Sólo quedaron en la tienda Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino. Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su dormitorio y esperase a que saliera, como los demás días. Porque ella había dicho que saldría para hacer su oración. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo para sus adentros: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!»
Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza.
Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva,que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos juntos a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el campemento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y se presentaron ante las puertas de la ciudad.Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid, abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer todavía hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy mismo.»
Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar a la puerta y llamaron a los ancianos.Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico, porque no tenían esperanza de que ella volviera; abrieron, pues, la puerta, las recibieron, y encendiendo una hoguera para que se pudiera ver, hicieron corro en torno a ellas. Judit, con fuerte voz, les dijo: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que esta noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.» Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles: «Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad las colgaduras bajo las cuales se acostaba en su borracheras. ¡El Señor le ha herido por mano de mujer! ¡Vive el Señor!, el que me ha guardado en el camino que emprendí, que fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha cometido conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.» Todo el pueblo quedó lleno de estupor y postrándose adoraron a Dios y dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el día de hoy a los enemigos de tu pueblo!»
Ozías dijo a Judit: «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos.Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres que recordarán la fuerza de Dios eternamente.Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo rectamente ante nuestro Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»