SUFRIMIENTO DE LOS ISRAELITAS
-Los Hebreos en Egipto
Los israelitas tenían muchos hijos y se multiplicaron de tal manera que llegaron a ser muy poderosos.
Un nuevo rey en Egipto, José, pretendía impedir que el pueblo israelita fuera más numeroso que ellos (egipcios).
Los egipcios pusieron capataces encargados de someter a los israelitas a trabajos muy duros. Les hicieron construir las ciudades de Pitón y Ramsés, que el Faraón, rey de Egipto utilizaba para almacenar provisiones.
Pero cuanto más los maltrataban, más aumentaban, así que los egipcios les tenían mucho miedo.
Los egipcios esclavizaron a los israelitas amargándoles la vida a hacer duros trabajos.
El rey de Egipto habló con Cifrá y Puá, que eran pateras hebreas y les dijo que cuanto atendieran los partos de las hebreas se fijaran en el sexo del recién nacido, si era niña la dejaban vivir y si era niño lo mataban.
Las pateras tuvieron miedo de Dios y no lo hicieron, así que el rey de Egipto ordenó a todo su pueblo echar al río a todos los niños hebreos que nacieran y que dejaran vivir sólo a las niñas.
INFANCIA DE MOISÉS
Un hombre de la familia de Leví se casó con la hija de otro levita.
Ella concibió y dio a luz a un hijo, y al ver que era muy hermoso lo tuvo escondido durante tres meses. Como no pudieron ocultarlo más lo metieron en una cesta de papiro y la dejó entre los juncos de la orilla del río.
La madre del niño mandó a su hija a vigilar la cesta. Esta así lo hizo y pudo ver como la hija del Faraón se bañaba en el río. La hija del Faraón vió la cesta en medio de los juncos.
Ordenó a una de sus doncellas que recogiera la cesta.
Entregó el niño a una mujer y esta lo tomó y lo crió.
Cuando el niño creció la mujer se lo llevó a la hija del Faraón la cual lo aceptó y le puso de nombre “Moisés” diciendo: “Yo lo saqué de las aguas”.
-Moisés en Madián
Un día Moisés fue donde estaban sus hermanos. Vió sus duros trabajos y observó como un egipcio maltrataba a uno de sus hermanos hebreos. Como vió que no había nadie lo mató.
La noticia llegó hasta el Faraón y este quiso matar a Moisés.
Moisés corrió hasta el país de Madián junto a un pozo.
Madián tiene siete hijas y estas fueron a sacar agua al pozo para llenar los abrevaderos para dar de beber al rebaño de su padre, pero llegaron unos pastores y las echaron de allí.
Moisés las defendió y abrevó su rebaño.
Al llegar las chicas a su casa, su padre se extrañó y les preguntó el motivo de su repentina llegada. Ellas le explicaron lo sucedido y su padre les dijo que fueran en busca de Moisés para invitarlo a comer. Estas así lo hicieron.
Moisés se quedó con el hombre y este le dio como esposa a su hija Séfora. Ella dio a luz y Moisés llamó a su hijo Guersón porque dijo: “Soy emigrante en tierra extraña”.
Tiempo después murió el rey de Egipto y los israelitas lloraban y clamaban asustados. Sus gritos llegaron hasta Dios y recordó la promesa que había hecho a Abrahán, Isaac y Jacob. Dios se fijó en los israelitas y comprendió su situación.
VOCACIÓN Y MISIÓN.
Moisés pastoreaba el rebaño de Madián. Llegó a Horeb, el monte de Dios, y allí se le apareció un ángel del Señor, como una llama que ardía en medio de una zarza. La zarza ardía pero no se consumía. Moisés decidió acercarse para contemplar esta maravillosa visión.
Cuando el Señor vió que se acercaba lo llamó desde la zarza. Le dijo que se quitara las sandalias porque estaba pisando un lugar sagrado y le hizo la siguiente petición: “Tenía que dirigirse al Faraón y sacar a todos los israelitas de Egipto”. Debía decir a los israelitas que se le había aparecido el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, que le enviaba hacia ellos.
Debía hacer lo mismo con los ancianos de Israel y después debía dirigirse con ellos al rey de Egipto.
Como sabía que el rey de Egipto no les dejaría marchar Dios les ofrecería su ayuda.
Moisés le dijo a Dios que no le creerían.
Dios dijo a Moisés que tirase el cayado que llevaba en la mano al suelo. Este así lo hizo, y el cayado se convirtió en una serpiente, y al cogerla por la cola volvió a convertirse en un cayado.
Dios le dijo a Moisés que metiera su mano en su seno y al sacarla estaba cubierta de lepra blanca. Al introducirla de nuevo en el seno volvió a sacarla tan sana como al principio. Si con estos dos prodigios no le creían debía derramar agua por el suelo y esta se convertiría en sangre. De esta forma creerían que Dios se había aparecido ante Moisés.
Moisés le dijo a Dios que no era de palabra fácil, así que Dios le ofreció la ayuda de su hermano Aarón el levita y les aseguró que él estaría en la boca de los dos y que su hermano hablaría por él al pueblo y también le recordó que no olvidara el cayado para realizar los prodigios.
MOISÉS Y EL FARAÓN
Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón y le contaron la petición que le hizo Dios. El Faraón no creyó en ellos, y ellos le dijeron que si no les hacía caso, Dios los castigaría con enfermedades o guerras, pero el Faraón los mandó a hacer sus obligaciones.
LAS PLAGAS
Ante la negación del Faraón, Dios pidió a Moisés y Aarón que golpease el cayado en todos los ríos, canales y estanques y que una vez hecho esto el agua se convertiría en sangre. (Plaga de Sangre)
Los habitantes no podían beber, olía mal e intentaron cavar en las orillas del Nilo para encontrar agua.
Al cabo de seis días, Dios dijo a Moisés y Aarón que fuesen ante el Faraón y le dijese que dejara salir al pueblo para que le diese culto, o de lo contrario una plaga de ranas caería sobre su reino. El Faraón se negó y toda la tierra de Egipto quedó cubierta de ranas. El Señor hizo desaparecer el ganado de los egipcios excepto el de los israelitas. (Plaga de Ranas)
El Señor lo cumplió y todo el ganado de los egipcios murió, pero de los israelitas no murió ni uno.
De nuevo el Faraón se negó y el Señor mandó a Aarón que golpeara su vara en el polvo, y este se convirtió en una masa de mosquitos de las cual los egipcios no podían librarse. (Plaga de Mosquitos)
El Faraón seguía negándose, y el Señor hizo que los animales atacaran el ganado de los egipcios sin dañar al de los israelitas. (Plaga de Animales Silvestres). Pero el Faraón seguía sin ceder y el Señor provocó enfermedades epidémicas que exterminaron a los ganados egipcios sin dañar al de los israelitas. (Plaga de Pestilencia)
El Faraón se negó de nuevo y el Señor dijo a Moisés y Aarón que cada uno tomase dos puñados de hollín en un horno, que Moisés dispersó en el cielo en presencia del Faraón. El hollín provocó úlceras y salpullidos en el pueblo y en el ganado egipcio. (Plaga de úlceras y Salpullido)
El Faraón continuó negándose y el Señor dijo a Moisés que estirase su cayado hacia el cielo, punto en el cual una tormenta comenzó (una poderosa ducha de granizo mezclada con fuego). (Plaga de granizos, de fuego y de hielo).
La tormenta dañó a huertos y cultivos egipcios, así como a personas y a ganados.
El Faraón pidió a Moisés y Aarón que pidieran perdón al Señor y este dejaría a los israelitas adorar a Dios en el desierto. La lluvia se detuvo cuando Aarón empezó a orar a Dios. Una vez cesado la tormenta el Faraón se negó a cumplir su promesa.
El Señor dijo a Moisés y Aarón que volviesen a ir ante el Faraón y le dijera que dejara marchar a su pueblo para que le dieran culto.
El Faraón se negó a que los niños y niñas fueran, solo podían dar culto al Señor los ancianos y adultos. Ante la negación del Faraón el Señor respondió con otra plaga (Plaga de Langostas) que acabó con todo lo que se salvó del granizo (árboles, casas...).
El Faraón mandó llamar de nuevo a Moisés y Aarón y les dijo que pidieran perdón por haber pecado contra el Señor y alejase su catástrofe.
Moisés así lo hizo y el Señor hizo soplar un fuerte viento del Oeste, que barrió la Langosta y la arrojó al Mar de Las Cañas.
El Señor hizo que el Faraón siguiera obstinado en no dejar salir a los israelitas y dijo a Moisés que alzara su mano hacia el cielo para que fueran hacia Egipto tinieblas tan espesas que se pudieran palpar. Estas tinieblas duraron tres días.
No se veía nada, nadie se movía de sus casas. (Plaga de Oscuridad)
Nadie escapó de dicha muerte incluyendo al ganado.
LA DÉCIMA PLAGA Y LA PASCUA
El Señor mandó llamar a Moisés para informar a los israelitas de la marca del cordero. Debían coger un cordero, matarlo y mojar un ramo de hisopo en la sangre recogida, y debían untarla en un dintel y en las jambas de la puerta. Nadie debía salir de sus casas hasta el día siguiente.
Jehová, Yohué en hebreo, no el ángel de la muerte como se pensaba, pasaría para matar a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las dos jambas pasaría de largo y no permitiría al exterminador entrar en sus casas para matar.
Todos así lo hicieron y al día siguiente el Señor había acabado con todos los egipcios excepto con los israelitas. (Muerte de los Primogénitos)
El Faraón mandó llamar a Moisés y le dijo que podían ir todos a dar culto al señor excepto las ovejas y el ganado. Moisés dijo que no, que el ganado también debía ir ya que de ellos debían tomar lo necesario para dar culto al Señor. El Faraón aceptó que el pueblo de Israel fuera a dar culto al Señor y llevaran sus ovejas y vacas y le vendicieran a él (al Faraón).
Los israelitas así lo hicieron. Pidieron a los egipcios vestidos y joyas, de tal forma que los israelitas despojaron a los egipcios.
LA SALIDA Y EL PASO DEL MAR ROJO
Cuando el Faraón dejó marchar al pueblo, Dios los condujo hacia el camino más largo. Los israelitas recibían la ayuda del Señor que los precedía por el día en una columna de nube para marcarles el camino y por la noche en una columna de fuego para alumbrarles, así podían caminar tanto de día como de noche.
La columna de nube no abandonaba el pueblo durante el día ni la de fuego durante la noche.
El Señor dijo a Moisés que cambiaran el rumbo y fueran a acampar a Piajirot.
De esta forma, el Faraón pensaría que los israelitas andaban perdidos y el desierto los tenía atrapados.
Cuando el rey de Egipto se enteró que el pueblo había huido este y sus cortesanos fueron en busca de los israelitas.
Cuando los encontró el Señor dijo a Moisés que cogiera su cayado y extendiera la mano hacia el mar. Moisés así lo hizo y el mar se dividió en dos, formando un camino rodeado por una muralla de agua.
Los israelitas se introdujeron en el camino mientras el Señor les ayudaba entorpeciendo a los egipcios.
Cuando todos los israelitas pasaron, las aguas volvieron a su posición inicial, llevándose por delante a todos los egipcios, sin salvarse ni uno.
El pueblo de Israel cantó un cántico de alabanza hacia el Señor.